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El Cristo Redentor de España o Cristo del Otero, que es como se le conoce, está en Palencia mide más de 20 metros y fue esculpido por el escultor Victorio Macho

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El Cristo del Otero, una majestuosa escultura que se alza sobre un prominente otero en la ciudad española de Palencia, representa una emblemática figura que ha capturado la atención y la devoción de locales y visitantes por igual que recuerda al Cristo Redentor. Concebido por el ilustre escultor palentino Victorio Macho, esta imponente obra, también conocida como Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, se erige como una presencia imponente y benevolente sobre la urbe desde su inauguración en 1930.

 

La figura del Cristo del Otero parece extender sus brazos en un gesto de bendición sobre la ciudad, evocando una sensación de protección y guía para sus habitantes. La obra, realizada según el proyecto visionario de Victorio Macho, exhibe un estilo singular que combina elementos del art déco con influencias cubistas, mientras que la postura hierática del Cristo recuerda a las representaciones del arte antiguo de Egipto.

El Cristo del Otero de Palencia, obra cumbre del escultor Victorio Macho, recuerda al Cristo Redentor de Río de Janeiro

Con una altura que lo coloca entre las estatuas de Jesucristo más altas del mundo, el Cristo del Otero se erige sobre una ermita excavada a sus pies, conocida como la ermita de Santa María del Otero. Además, un pequeño museo cercano alberga los proyectos y trabajos del renombrado escultor Victorio Macho, cuya huella artística se extiende más allá de las fronteras de Palencia.

 

Cuenta con obras notables como el monumento a Benito Pérez Galdós y a Ramón y Cajal en Madrid, así como la fuente en honor a Concha Espina en Santander. Sin embargo, es el Cristo de Palencia, con su majestuosidad y significado espiritual, lo que destaca como la pieza más emblemática de su legado, evidenciado por su deseo de ser sepultado a los pies de la misma.

 

El entorno que rodea al Cristo del Otero ofrece una experiencia única para los visitantes, con una pequeña explanada y un mirador que proporciona una impresionante vista panorámica de la ciudad. La esbeltez y verticalidad de la escultura parecen diseñadas para ser admiradas desde abajo, contrastando con la horizontalidad de los campos de Castilla que se extienden a sus pies, decorados con la ondulante alfombra de cultivos y salpicados de árboles.

 

Desde el año 2014, la escultura ha sido iluminada con un sistema inteligente que ofrece una amplia gama de colores, brindando un espectáculo visual impresionante que añade una nueva dimensión a su presencia majestuosa durante las noches palentinas. A lo largo de los años, el Cristo del Otero ha sido objeto de debates entre los habitantes de Palencia sobre su altura, con estimaciones que varían entre 20 y 21 metros.

 

Aunque algunos folletos turísticos del Ayuntamiento de Palencia proclaman que la estatua supera los 20 metros de altura, se ha señalado que otras figuras monumentales de Jesucristo, como el Cristo Redentor de Río de Janeiro, Brasil, o el Cristo de la Concordia en Bolivia, superan esta medida. Sin embargo, más allá de estas comparaciones, el Cristo del Otero sigue siendo un símbolo querido y reverenciado por los palentinos.

 

El proyecto original del Cristo del Otero, concebido durante la época de la dictadura de Primo de Rivera, contemplaba una imagen de 20 metros de altura revestida con azulejos de brillo metálico y detalles de bronce y mármol. Sin embargo, modificaciones posteriores, como la inclinación de los brazos hacia abajo para aligerar la estructura, transformaron la visión inicial en la majestuosa escultura que hoy domina el horizonte de Palencia.

 

El Cristo del Otero de Palencia trasciende su condición de obra de arte para convertirse en un símbolo arraigado en el corazón y el paisaje de la ciudad. Con su imponente presencia y su significado espiritual, sigue siendo un faro de esperanza y fe para todos aquellos que tienen el privilegio de contemplarlo.

 

 

Alba Carbajal

Periodista y fotógrafa. del portal Tendenciashoy, del digital economiadigital.com

Especializada en temas de cultura y redes sociales.

Máster en Periodismo Multimedia Profesional en la Universidad Complutense de Madrid.

Actualmente cursando un Doctorado en Lingüística, Literatura y Comunicación en la Universidad de Valladolid.

Algunos datos sobre la vida y obra del escultor palentino Vicorio Macho

REDACCIÓN.- A partir de aquí complementamos el artículo de Alba Carbajal con una breve reseña sobre la vida y la obra de Victorio Macho, quien nace en Palencia en 1887 e inicia su formación artística en Santander.

 

En 1903 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, becado por la Diputación Provincial de Palencia. Pronto comienza a destacar con obras como el espléndido Autorretrato a los diecisiete años (1904).

 

Finalizada su formación se instala en Madrid, donde desarrolla una intensa actividad artística e intelectual que fructifica en una interesante producción de retratos y dibujos característica de esta etapa juvenil, empezando a ser considerado uno de los valores más destacados de la escultura moderna española.

 

En los años veinte realizará alguna de sus obras maestras como la estatua yacente Mi Hermano Marcelo, el Monumento a Cajal y el Cristo del Otero. Celebra exposiciones individuales de gran éxito como la del Museo de Arte Moderno de Madrid y la que representa a España en la XIV edición de la Bienal de Venecia, y participa en movimientos de la vanguardia artística española como la Sociedad de Artistas Ibéricos. Con su madurez creativa alcanza también gran prestigio.

 

La Guerra Civil interrumpe su trayectoria llevándole a Valencia, París y Rusia antes de afincarse por un tiempo en América, donde llega para cumplir encargos de monumentos que aumentarán su renombre y fama.

 

Tras una prolongada estancia en Lima y su boda con la joven peruana Zoila Barrós, en 1952 regresa a España. Poco después, cumpliendo su deseo de vivir en Toledo, encarga a su amigo el arquitecto Secundino Zuazo que le construya su casa, museo y taller en Roca Tarpeya, donde pasa la última etapa de su vida reconocido por las instituciones y querido por los toledanos. Muere en 1966, siendo enterrado como era su deseo a los pies del Cristo del Otero en Palencia.

 

El artista a su muerte cedió al pueblo español una parte muy importante de su obra y su casa de Roca Tarpeya, constituyendo la Fundación Victorio Macho para gestionar su legado testamentario. En 1967 se inaugura el Museo, pero múltiples circunstancias y problemas hicieron difícil su mantenimiento, y en 1984 hubo de cerrar sus puertas.

 

Tras un largo y complejo proceso se alcanzó una vía de acuerdo que culminó con la fusión en 1998 de la Fundación Victorio Macho y la Real Fundación de Toledo, asumiendo esta última los fines fundacionales que estableciera el escultor. Resultado de este proceso fue la rehabilitación del conjunto arquitectónico de Roca Tarpeya, su adecuación a un nuevo programa de usos y la reapertura del Museo.

 

En el singular espacio de Roca Tarpeya, lugar que fuera casa y taller del escultor Victorio Macho, se muestra gran parte de su obra.

 

La colección del Museo Victorio Macho se compone de 91 esculturas y 48 dibujos de distintas etapas artísticas del autor, con una cronología muy amplia que va desde 1903 a 1965. La mayor parte de las obras provienen del legado del escultor, aunque la Fundación ha logrado ampliar la colección con nuevas piezas de gran valor. Una significativa selección se muestra al público distribuida en tres espacios.

  • Museo

Este pequeño edificio exento recibe al visitante con tres autorretratos de Victorio Macho y la escultura La Piedad. A continuación, la galería de retratos de sus amigos Unamuno, Ramón y Cajal, Marañón, Iturrino, Menéndez Pidal y Madariaga, junto a los de Ramírez Ángel y Alfredo López Casal, donados ambos por sus familiares nos lleva hasta la estatua sedente de La Madre, que se adueña del espacio con su gran fuerza expresiva.

 

Tres espléndidos bustos, Aurelio Arteta, La Niña Vasca y el Marinero Vasco, acompañados de la impresionante escultura de la Pasionaria, confirman la gran calidad retratística que caracteriza al autor. Con algunos bocetos de monumentos para España y América, como el de Pérez Galdós y el modelo en yeso de la Estatua ecuestre de Belalcázar, se exponen una selección de retratos e interesantes dibujos, entre los que destacan los tipos regionales y los grandes desnudos. La extraordinaria escultura el Torso Gitano completa el recorrido.

 

Cuando el escultor Victorio Macho muere en Toledo el 13 de julio de 1966, en su testamento, fechado un mes antes, expresa de forma muy clara su deseo de que sus obras sigan vinculadas a la ciudad, y en concreto, al lugar que con tanta ilusión creó, Roca Tarpeya, donde pudieran contemplarse en un Museo creado a tal efecto. Su obra la legó al pueblo español, y su gestión a una Fundación, la Fundación Victorio Macho, con un patronato de una sola persona, su mujer Zoila, a la que debía asesorar un consejo consultivo integrado por un representante de la Academia de San Fernando, un representante del Ayuntamiento y cinco de sus mejores amigos.

 

Pese a que las mandas testamentarias fueron redactadas por el escultor en los términos que, a su juicio, protegían sus obras y su disfrute, lo cierto es que costó años lograr que administraciones asumieran responsabilidades y así, el Museo, abierto el 13 de mayo de 1967, fue languideciendo hasta que los problemas de mantenimiento acumulados obligaron a su cierre en 1984. De nada sirvieron las constantes quejas y demandas de Zoila ante las distintas administraciones, ni tampoco la aceptación en 1973 por parte del Ministerio de Educación y Cultura del legado del escultor. Roca Tarpeya, “proa florida” y “nido de águilas” se vio sumida en el más lamentable de los abandonos.

 

Después de que distintas instancias intentaran resolver la difícil situación sin resultado alguno, la Real Fundación de Toledo asumió el compromiso de encontrar una vía de solución definitiva para recuperar el patrimonio de Victorio Macho y obtener el rendimiento cultural que éste soñó en su legado testamentario, rescatando el importante conjunto de bienes cuyo conocimiento y disfrute estaba vetado desde hacía tanto tiempo y cuya integridad física corría verdadero peligro.

 

Así, en 1998 la Real Fundación de Toledo pasó a ser la titular del legado del escultor tras la fusión de ambas Fundaciones, incorporando a sus fines la conservación y difusión de la figura de Victorio Macho y su obra.

 

Una vez asumido el legado se realizó un inventario de la obra y se intervino en la colección que, después de años de abandono, estaba en un estado deplorable, exigiendo tratamientos de conservación y restauración con carácter de urgencia. También se acometió el proyecto de restauración de todo el conjunto, realizado por el arquitecto Manuel de las Casas que supo devolver la vida a Roca Tarpeya, aunando el total respeto a la obra de Zuazo y al espíritu y ambiente del conjunto, con las adaptaciones necesarias a los nuevos usos y la creación de nuevos espacios que ampliaron sensiblemente la oferta cultural. El taller del escultor, El Tallerón, pasó a ser en su planta baja la recepción del museo, y su planta alta una magnífica sala de exposiciones.

 

Se creó un salón de actos, excavado bajo el jardín de la entrada; la casa se adaptó para albergar las oficinas de la Fundación en la planta baja y sala de juntas, biblioteca y sala auxiliar, en la planta superior. La colección del artista, restaurada, se instaló en el jardín y en las dos dependencias dedicadas a Museo, siguiendo un discurso expositivo del que antes carecía. En el jardín se conservaron los árboles que disfrutó Victorio Macho, la parra, la higuera y el granado, entre otros, y se recuperó un espacio amplio que además de facilitar la circulación de los visitantes, permite disfrutar de un entorno excepcional.

 

 

 

Podemos decir que el proyecto recuperó un patrimonio artístico, la obra y la memoria de un artista, un patrimonio arquitectónico, dos edificios de Secundino Zuazo y uno de Rodolfo García de Pablos, y un patrimonio natural y paisajístico totalmente infrautilizado.

 

La tercera tarea fue la redacción de un proyecto museístico nuevo, alejado del exceso de teatralidad otorgado por el escultor a sus dos obras principales, La Madre y Mi hermano Marcelo, la primera por adueñarse de todo el espacio desde su posición central, la segunda por acentuar el tono lúgubre de la cripta. El nuevo discurso, sin romper el carácter mítico de ambas esculturas, consigue, creemos, dar una visión completa de la rica y variada trayectoria artística del escultor.

 

El 2 de julio de 1999 Roca Tarpeya renació y volvió a abrir sus puertas a un público en principio toledano que estaba deseoso de reencontrarse con la casa y obra de Victorio Macho. El broche lo pusieron los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía que el 26 de octubre inauguraron oficialmente el nuevo espacio cultural, con la primera exposición Obras Maestras del Museo de Santa Cruz.

 

  • Cripta

Situada bajo la casa, el escultor colocó allí la estatua de Mi Hermano Marcelo, una de sus obras más queridas y que le dio más fama. Junto al sobrecogedor yacente se exponen dos estudios previos de la misma y otros dibujos de familia. Junto a éstos destacan los relieves en bronce del Monumento a Grau y el modelo en terracota del Cristo del Otero. En el espacio previo, junto al Cristo de los Corrales de Buelna, se pueden ver maquetas de algunos conjuntos escultóricos, como el Sepulcro de los Bolívares, y los monumentos a Benavente del Retiro madrileño y a Berruguete en Palencia. 

  • Jardín

Permanecen las mismas obras que el escultor tenía expuestas y que caracterizaron la imagen tradicional de Roca Tarpeya, a las que se han unido algunas otras esculturas para ampliar y enriquecer el espacio expositivo. En esta muestra al aire libre destacan la grandiosa Eva de América, del Monumento a Belisario Porras de Panamá, La Máscara y La Cariátide, cabezas en bronce del Monumento a Hostos que podemos ver en la balaustrada junto a la Cabeza heroica del Monumento a Grau. Completan esta exposición un relieve en piedra caliza con cabeza masculina, originario de la Fons Vitae del Monumento a Cajal del Retiro, y los relieves con figuras femeninas, Las Provincias, del monumento a Porras, montados por Victorio Macho en forma de fuente.

 
 
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